Existieron diversas culturas antiguas como los aztecas, mayas, incas,
en Egipto y en China donde otorgaban a los viejos un papel importante
relacionado con aspectos mitológicos, divinos, proféticos, místicos, sujetos de
sabiduría, sin embargo en la antigua Grecia la percepción de la vejez fue
distinta, ya que se le denominaba como algo indeseable, episodio aberrante y
doloroso para el ser humano. Fue hasta el siglo XX cuando los estudios sobre la
vejez tomaron un mayor interés para la ciencia, con la psicología del
desarrollo en el estudio del ciclo vital.
Sobre el envejecimiento existen prejuicios y dilemas médicos y éticos
que plantean la posibilidad de manejar el envejecimiento y de retrasar la
muerte. La mayoría de gerontólogos, no aceptan una duración máxima de la vida
humana que exceda de los 115 años de edad porque no hay marcadores fiables para
determinar la edad cronológica de los humanos. Hay investigadores que se han
interesado en estudiar cómo y porqué declina el sistema inmunitario en la
vejez, causa que con frecuencia facilite la infección y la muerte.
Estudiosos
han reconocido el escaso valor que se ha dado a la genética en los asuntos
humanos y han mostrado gran interés en entender el proceso del envejecimiento y
han afirmado que la diversidad genética del hombre, está, más en relación que
ningún otro factor, con sus manifestaciones del envejecimiento, la duración de
la vida y la patología de la muerte.
TEORÍA DE LA MUTACIÓN GENÉTICA Y DEL ERROR
CATASTRÓFICO
Las teorías genéticas son de especial
interés, pues relacionan al envejecimiento con la evolución.
El enfoque genético afirma que el envejecimiento está determinado por la expresión
de los genes en su interacción con el entorno. En la década de los
cincuenta del Siglo XX, la genética comenzó a prevalecer en la
manera de entender la causa del envejecimiento y la determinación de la
longevidad. Entonces se habló de las mutaciones o cambios
que ocurren en los genes, los cuales pueden o no ser benéficos y de que son
el motor que impulsa la evolución y la selección natural. Por ello se consideró
a las mutaciones como un factor importante en los fenómenos del envejecimiento
y la longevidad. Un concepto aceptado relativo al envejecimiento, es que se
encuentra regulado por genes específicos y que el DNA sufre cambios
continuos en respuesta a agentes exógenos y a procesos intrínsecos,
pero se conserva la estabilidad gracias a la duplicidad de la cadena del DNA y
a las enzimas reparadoras específicas. El mayor interés en este momento, está
puesto en uno de los ácidos nucleicos: el ácido desoxirribonucleico o ADN, ya
que en esta molécula se encuentra la información genética en forma codificada.
Una de las principales virtudes del planteamiento del error es su universalidad
y la expectativa es que sigan modificándose sus versiones para que sea capaz de
explicar buena parte de los cambios relacionados con la edad, como el por qué
el ritmo con que se envejece difiere según las especies.
Por otro lado, Investigadores del Instituto Weizmann muestran
que nuestros ritmos diarios se rigen por una sustancia que disminuye con la
edad.
A medida que envejecemos, nuestros relojes biológicos tienden a
relajarse. Un equipo de investigadores del Instituto Weizmann ha revelado un
nuevo enlace interesante entre un grupo de metabolitos cuyos niveles decaen
como nuestra edad celular y el funcionamiento de nuestros relojes circadianos -
mecanismos codificados en nuestros genes que mantienen el tiempo de los ciclos
de día y de noche. Los resultados, que aparecieron en “Cell Metabolism”,
sugieren que la sustancia que se encuentra en muchos alimentos, posiblemente
podría ayudar a mantener nuestros cronometradores internos al día.
Estaban siguiendo pistas en las que ciertos
metabolitos llamados poliaminas podrían estar vinculados con el funcionamiento
de los relojes circadianos. Recibimos poliaminas de los alimentos, pero
nuestras células también las fabrican. Se sabe que estas sustancias son
conocidas por regular una serie de procesos esenciales en la célula, incluyendo
el crecimiento y la proliferación. Se encontró que los niveles de poliaminas se
bajan a medida que envejecemos.
“Este descubrimiento demuestra la interrelación estrecha entre los
relojes circadianos y el metabolismo”, expone Zwighaft. “Nuestros hallazgos
actuales se basan en experimentos con ratones, pero creemos que podría
funcionar en los seres humanos. Si es así, esta investigación tendrá amplias
implicaciones clínicas”
"Envejecer no es inevitable, no esta programda en la vida de los
organismos" afirma un famoso directo del Programa de Oncología Molecular
del CNIO "¿Por qué vamos a aceptarlo si no aceptamos un virus o una
infeccion"
Por qué envejecemos? Los científicos aún no tienen respuesta. Están en
ello, han probado que una de las causas es la pérdida de telómeros, algo que
ella explica comparándolo con la punta que protege el extremo de los cordones
pero para las células. Cuanto más largos sean nuestros telómeros, más tiempo
vivimos, pero a medida que envejecemos se van acortando. «Aumentando la
cantidad de telomerasa en el organismo adulto, podemos alargar la vida y
mantenerlo (en estudios con ratón) joven y sano durante más tiempo»
«Si lo alteramos genéticamente, lo podemos retrasar. Pero no se trata
de alargar la vejez, sino la juventud: sería como llegar a los 80 años con la
vitalidad y el aspecto de los 40», insiste la directora del CNIO, que acaba de
publicar el libro Morir joven, a los 140 (Editorial Paidos, 2016)
«Lo que vivimos después de los 35 ya es de regalo desde el punto de
vista de la evolución», afirma Óscar Fernández-Capetillo, investigador del
CNIO. «No hay ningún gen diseñado para que envejezcamos. El ser humano está
previsto que muera poco después de tener a sus crías. A medida que alargamos la
vida, nuestro organismo se enfrenta a enfermedades para las que no hemos
desarrollado nuestro sistema inmune.
Rocío Fernández-Ballesteros, catedrática emérita de Psicología de la
Universidad Autónoma de Madrid menciona:
«Puedes decir ahora que vivir 80 años te parece suficiente, pero que
te lo vuelvan a preguntar cuando tengas 79 y no dirás lo mismo», ironiza. «No
querer morir es lo que nos hace humanos. Hace medio millón de años lo
intentábamos escondiéndonos de los leones en una cueva y ahora con pastillas.
¿Se podrá extender la vida? Seguro. ¿Ad infinitum? No lo creo. Viviremos más y
mejor, pero cuando resolvamos éstas, surgirán nuevas patologías».
Las previsiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ponen los pies en la tierra. Sus estudios advierten de que el número de personas que sufren las enfermedades de la edad -infarto, cáncer y neurodegeneración- se duplicará en 20 años. A no ser que la medicina, claro, logre remediarlo.
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